para las voces sin tabú
- Ahí
viene...
- ¿Cuántas
veces desde la primera vez? ¿10? ¿100? Y solo las estrellas
responden decentemente, dijo Alfredo, el tejano en visita
prolongada.
- No
sé, desde el mes de mayo que llegaste, muchas veces.
- Sí,
verdad.
- Y
muchas veces mas vendrán. Parece que la muchedumbre no se cansa de
la cacerola, la tiene bien abrigada debajo de su corazón furioso y
frustrado, respondió Yzamaría desde la cocina, buscando una
cacerola y una cuchara, su fiel escudo y su temerosa espada ante su
dragón político.
“¡Que sé vaya!” gritado por miles de voces
despiertas por la angustia de un porvenir negro y hambriento, en
honor al luto derrumbado de una plaza llamada Libertad. La frase
tenia la fuerza de un mantra cantado una y otra vez a la cara del
soberano testarudo. Pitos y campanas venían, acompañando la
serenata de todos, a sus ventanas, balcones o puertas, antes que la
gente se canse y se sienta de nuevo a ver la televisión: quien
opinaba de nuevo, quien manifestaba o saqueaba. Nada del
revolucionario instituido con el apoyo del pueblo, pero que perdía
día tras día su revolución y su pueblo.
- Que
tristeza... con tanta esperanza que había... ¿Será que las
revoluciones mueren abortadas cuando hay democracia? Hoy en día, a
nadie le gusta la violencia, aunque sea en palabras, uno se mete la
mano con “tabú” escrito en rojo carmín frente a los ojos para
no imaginar lo latente. No sé que es peor... la “gran”
violencia clara o la chiquita que corre en las calles.
- ¡Ay!
Mira, Alfredo, por favor, yo no quiero que empecemos de nuevo la
misma discusión que ayer... Quiero escuchar lo que tienen que decir
esta noche.
- ¡Pero
todos los días es lo mismo, pero en peor!
- Nada
que ver... cuidado que nosotros, los tranquilos ciudadanos que
quieren soñar con loterías y telenovelas en vez de patéticas
payasadas revolucionarias, estamos ganando la batalla.
- ¿Si
eso te conviene, qué quieres que te diga?
- Escucha,
otro buque parado. El paro no es un fracaso, eso te lo puedo
asegurar. Las tiendas se están vaciando rapidito. Oye, mañana, ya
no tendremos mucho que comer... y me harta en solo imaginar que
tengo que hacer esa cola de nuevo para ir a comprar pan y leche.
¡Esto se está poniendo peor que lo post-bolchevique!
- Ya,
esta bien, me voy a bañar. Llámame si el obtuso ha agredido a
alguien con dignidad.
- Con
dignidad... te llamaré en 100 años... ¿Porqué no me dices que me
calle enseguida?
- Yzamaría...
¿Porqué quieres que te deje tranquila cuando hablamos de lo que el
país está viviendo? ¿Es que no sabes enfrentar la realidad? No es
mi culpa si ese pobre hombre ha perdido la razón.
- Pobre
hombre... deja lo pobre de un lado y déjame lamer mis llagas de
comunista en paz. Tengo el corazón roto y no quiero discutir, solo
te quiero a ti.
- Ay...
- Ya,
me hiciste sonrojear con esa mirada tuya, me voy.
(Caracas, diciembre del 2002)